domingo, 2 de agosto de 2015

LA CONEXIÓN MÚSCULO-INSULINA


En España hay aproximadamente tres millones y medio de individuos que padecen diabetes, una cifra importante que aumenta a un ritmo de cinco por ciento por cada año que pasa. De ese total, aproximadamente un millón aun no han sido diagnosticados. Tan alarmantes cifras son esencialmente debidas a la obesidad y el sedentarismo, condiciones patológicas coexistentes que a menudo comparten una importante comorbilidad. 


En el ser humano, el páncreas es una glándula relativamente grande de ubicación retroperitoneal. Anatómicamente hablando, posee cabeza, cuello, y cuerpo. Además, posee una capsula de tejido conectivo bien diferenciado que penetra en su interior formando tabiques que la dividen en lobulillos.

Por los tabiques transcurren vasos sanguíneos y linfáticos, estructuras nerviosas, y conductos excretores. 

El páncreas cumple dos funciones fisiológicas fundamentales: 1.- exocrina (segrega enzimas digestivas hacia el tubo digestivo); y 2.- endocrina (segrega insulina y glucagón hacia la sangre). La insulina es una hormona hipoglucemiante segregada por las células beta, mientras que el glucagón es una hormona hiperglucemiante segregado por las células alfa de los islotes de Langerhans pancreáticos. 

La insulina es una proteína que está formada por 51 aminoácidos ubicados en dos cadenas polipeptídicas unidas por dos puentes disulfuro. Posee tres efectos fisiológicos fundamentales: 1.- hipoglucemiante; 2.- incrementa el metabolismo de la glucosa; y 3.- incrementa los depósitos tisulares de glucógeno.

El glucagón posee efectos opuestos a los de la insulina, y por lo tanto aumenta la glucemia. Este efecto lo logra estimulando el hígado para que convierta mas glucógeno en unidades de glucosa. El glucagón es una proteína cuya molécula es mas pequeña que la molécula de insulina. Esta compuesta por 29 aminoácidos ubicados linealmente a lo largo de una cadena peptídica.

La interleucina 6, también conocida como IL-6, es una sustancia segregada por la musculatura esquelética voluntaria como respuesta a la actividad física regular. Diversos estudios han demostrado que la IL-6 incrementa la capacidad de supervivencia de las células beta del páncreas endocrino que producen insulina en la diabetes tipo I. La diabetes tipo I es insulino-dependiente, mientras que la tipo II no lo es. 


El descubrimiento de una correlación positiva, entre el ejercicio físico y las funciones insulino-secretoras de las células beta pancreáticas,abre el camino hacia el futuro desarrollo de fármacos que mimeticen la acción de la IL-6 en la células del páncreas endocrino.

La diabetes tipo I es producida por una reacción de tipo autoinmune que afecta específicamente las células beta pancreáticas. A medida que estas células degeneran y mueren, la producción de insulina se va tornando insuficiente para controlar los niveles de glucosa en sangre. En consecuencia la glucemia aumenta por encima de los valores fisiológicamente aceptables, cosa que la torna clínicamente peligrosa.

Otros estudios relativamente recientes ya habían mostrado que, en personas que sufrían de diabetes tipo I y II, el comienzo de un programa controlado de actividad física mejoraba tanto la supervivencia (longevida) como la función (capacidad secretora) de las células beta pancreáticas. Si bien en la diabetes tipo I existe una clara disminución en la secreción de insulina, en la tipo II la producción de insulina es mas elevada, pero existe una resistencia de ciertas células a la acción de la insulina. Este ultimo fenómeno se conoce como resistencia a la insulina. 

Resultados más antiguos, que también figuran en la literatura científica, indican que la actividad física regular no solamente torna el ambiente del páncreas más favorable a la supervivencia de las células - al disminuir la glucemia, la inflamación, y los niveles de triglicéridos, por ejemplo - sino que también induce procesos directos de mejor adaptación y rendimiento en las células betapancreáticas.
  
Para uno de esos estudios se utilizaron pequeños ratones sanos. Estos, durante dos meses, fueron sometidos a un programa de actividad física aeróbica regular consistente en ejercicios de baja intensidad y larga duración. Para comprobar los efectos inducidos por el ejercicio físico se obtuvieron muestras de las células beta pancreáticas al inicio y también a los dos meses, al finalizar el estudio. 

A lo largo de este proceso se simulo un ataque autoinmune in vitro de las células beta pancreáticas similar a lo que le sucede a los individuos que padecen de diabetes tipo I. Para ello se incubaron los islotes de Langerhans de los ratones con diversos factores proinflamatorios.  

El resultado del estudio fue que las células beta pancreáticas de los islotes de Langerhans, pertenecientes a los ratones que realizaron actividad física, presentaron un índice de mortalidad un 50 por ciento menor que los de los ratones sedentarios, pertenecientes al grupo de control. 

Quedó claro que las reiteradas contracciones de la musculatura esquelética voluntaria, durante los periodos regulares de actividad física aeróbica, estimulaban la liberación de IL-6. Adicionalmente a lo anterior, cada vez que se aplicaba un inhibidor farmacológico especifico de la IL-6 se neutralizaba (anulaba) el efecto protector del ejercicio físico sobre las células beta.

La ulterior finalidad de estudios semejantes al que hemos mencionado radica en lograr reconstituir las células beta pancreáticas dañadas y disfuncionales, así como optimizar la secreción de insulina, y prolongar la vida activa.

Estos resultados tan alentadores poseen una enorme importancia para aquellos deportistas que padecen de diabetes tipo I o tipo II. Si bien estudios anteriores ya habían demostrado que la actividad física regular producía efectos positivos sobre la diabetes tipo II, ahora todo indica que también los produce sobre la diabetes tipo I, la hipertensión, la enfermedad coronaria, y alteración de los lípidos.

Sin duda alguna, el ejercicio físico actúa como un excelente medicamento para prevenir y tratar múltiples patologías.

No obstante, el ejercicio físico regular jamás se realiza en ausencia de un cierto factor de riesgo en aquellos deportistas que padecen ambas formas de diabetes. Los deportistas diabéticos deben ser instruidos sobre su terapia antidiabética antes de comenzar sus respectivos programas de ejercicios.

Es recomendable que estos individuos sean examinados por un medico competente para descartar la presencia de una retinopatía proliferativa o bien de una neuropatía sensorial. En ocasiones también se recomienda realizar una prueba de esfuerzo para descartar la presencia de una enfermedad coronaria. 

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