jueves, 30 de octubre de 2014

ESTRATEGIAS DE CAPTACIÓN

Todos los centros deportivos, independientemente de si son públicos o privados, muestran continuamente su preocupación ante las dificultades que encuentran para fidelizar a sus clientes. Existe amplia literatura sobre la importancia de la retención de los clientes tanto por su impacto económico en la gestión de los centros como por su vinculación directa sobre la adherencia a la propia práctica de actividad física, cuestión que, no olvidemos, supone la clave para que el cliente pueda adquirir las adaptaciones fisiológicas necesarias para alcanzar sus objetivos a medio/largo plazo.


La falta de estrategias y procedimientos específicos para adecuar/controlar los niveles de rotación
de nuestros clientes supondrá un serio hándicap cuando en nuestra zona de influencia la tasa de
práctica deportiva no sea significativa y la oferta deportiva establecida sea elevada.
Sirva como ejemplo que, según algunos estudios estadísticos, en España la tasa de práctica
deportiva se sitúa en torno al 40% de la población, si bien sólo un 11% corresponde a usuarios de
centros deportivos.
Este fenómeno de baja participación ciudadana en el ámbito deportivo puede explicarse por la
falta de cultura deportiva de algunas generaciones pasadas, pero también porque no hemos sido
capaces de movilizar a otras generaciones más jóvenes que sí han disfrutado de una educación
física a lo largo de su etapa formativa y que tienen a su alcance multitud de propuestas de
actividad.
Sin entrar en análisis socioeconómicos hay que destacar que la gente repite aquellas conductas
que les han hecho sentir bien, que les han divertido y que les han supuesto una mejora. Pero
tampoco podemos obviar que la práctica deportiva regular entendida como hábito de vida
representa una seria dificultad para aquellas personas sedentarias que deciden en un momento
dado iniciar dicha práctica.
Al fin y al cabo, esta actividad implica la adecuación de su esquema vital a una nueva situación no
solo en cuanto a la organización del tiempo, sino en la aceptación de un coste económico directo
e indirecto por realizarla, la adaptación a un nuevo entorno social e incluso la percepción de
sensaciones físicas en ocasiones no agradables.
Es decir, el hecho de empezar a practicar actividad física les supone romper su "zona de confort".
A los que vamos habitualmente a un gimnasio nos parece algo normal, sencillo, accesible, sin
riesgo, placentero, necesario… pero debemos estar de acuerdo en que si miramos a nuestro
alrededor comprobamos que no todo el mundo lo ve así.
"a mayor tiempo de permanencia una conducta, mayor resistencia al cambio existe"
Y si esto es así, ¿por qué no empezar cuanto antes? ¿Quizás no deberíamos poner entonces el
foco de atención sobre la población infantil como una inversión a largo plazo?
Así sería muy interesante entender la etapa de educación física infantil no solo como una visión
sobre la adquisición de destrezas deportivas, sino también como la situación ideal para potenciar
conductas orientadas a la adquisición de hábitos de vida saludables y un escenario que garantice
el mayor número de experiencias positivas posibles.
En este sentido, desde el punto de vista de los centros deportivos no deberíamos dejar en manos
de las administraciones públicas esta labor en exclusiva y esperar a que en un futuro estos niños
vengan o no a nuestros centros, sino que deberíamos plantear servicios paralelos o en
coordinación con dichas administraciones que estén orientados a este objetivo.
Por ejemplo un elemento que responde perfectamente a este fin es la organización de servicios
deportivos en familia.

Este concepto supone la práctica de actividad física de manera conjunta dentro de un mismo
entorno deportivo, es decir, no necesariamente toda la familia hace lo mismo y a la vez, sino que
dentro de una misma instalación deportiva toda la familia acude al mismo tiempo y cada uno
realiza la actividad adecuada o elegida para la ocasión.
Con este sistema conseguimos un refuerzo positivo sobre la conducta de la práctica deportiva, ya
que normalizamos una situación en la que los padres son los primeros en dar ejemplo y los hijos
se suman a esta corriente, o viceversa.
Este es un contrapunto claro ante situaciones habituales en las que los padres dejan al niño en su
clase deportiva extraescolar mientras aprovechan ese margen de tiempo para hacer tareas
domésticas, o cuando estos acuden al gimnasio y dejan a los hijos en la guardería del mismo o en
cualquier otro tipo de actividad.
Al fin y al cabo, se trata de participar en un entorno común en el que toda la familia interactúa y es
parte activa en su ámbito concreto. Si es algo bueno y divertido, lo hacemos todos... y juntos.
Como ejemplo práctico de este concepto de deporte en familia exponemos el caso del programa
"Sábados Deportivos" de la Comunidad de Madrid.
Realmente se trata de un programa de deporte infantil en el que los sábados por la mañana los
niños practican multitud de disciplinas deportivas a lo largo del año distribuidas en tres trimestres
diferenciados e independientes. Esta actividad se complementa puntualmente con charlas
formativas sobre vida saludable y deporte, y con visitas a instalaciones deportivas singulares de
Madrid. Pero, ¿dónde está entonces el deporte en familia?
Pues bien, durante el tiempo que sus hijos están en la actividad, los padres pueden hacer uso
gratuito de alguno de los servicios deportivos de la instalación (gimnasio, bicicletas de paseo,...),
disfrutan de condiciones especiales de inscripción en cursos desarrollados en la misma (pádel,
tenis, pilates, crossfit,...), participan en masterclass de disciplinas deportivas que practican sus
hijos, asisten a las charlas formativas con sus hijos y la visita/excursión a las instalaciones
también la hacen con sus hijos. (www.madrid.org/imder)
Resultado: una fidelidad plena al programa, un incremento en la frecuencia de práctica deportiva
en los padres que ya hacían deporte, movilización de un porcentaje de padres antes sedentarios y
ahora activos, creación de nuevos vínculos sociales entre alumnos y entre padres, descubrimiento
de un nuevo marco para ocupar el tiempo de ocio de toda la familia y haber accedido a una oferta
deportiva que en condiciones normales no sería accesible o que simplemente no se habrían
atrevido a probar.
Parece entonces que si somos capaces de crear servicios deportivos en familia en nuestro centro
o en otros asociados, estamos reforzando la motivación ante la práctica deportiva, potenciamos la
vivencia de experiencias inolvidables y facilitamos la conciliación deportiva familiar.
Es decir, estamos por un lado creando una auténtica cantera de futuros usuarios de nuestro
centro y por otro estamos siendo capaces de ofrecer un valor añadido que permite captar nuevos
usuarios y fidelizar a los que ya tenemos.
Las actividades fitness que ofrecemos en nuestros Centros deben considerarse como una
consecuencia de la adaptación de las propuestas deportivas que los más jóvenes han ido
experimentando durante su desarrollo, pero tampoco debemos desechar la opción de incorporar y
adecuar esos contenidos fitness al público joven e infantil y eliminar así ciertos mitos sobre la
conveniencia o no de que estos accedan a los gimnasios.

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