miércoles, 17 de octubre de 2012

MEZCLA Y CRIBA

La selección natural elimina los organismos incompetentes, igual que el mercado elimina las maquinas ineficaces. De hecho, y por definición, todo proceso biológico o bioquímico carece de sentido en ausencia del concepto de la evolución. La vida puede y debe adaptarse, y la evolución solo puede continuar gracias al hecho de que continuamente son creados individuos y especies distintos. Es precisamente esta variedad dinámica, en continua formación y transformación, lo que permite que la vida supere todos los obstáculos y ocupe todos los nichos disponibles.
Darwin apuntó hacia la selección natural como factor central en los cambios evolutivos. Este mecanismo actúa de manera automática sobre las variaciones que se producen al azar en el material genético. 
Y en efecto, es así como funciona. El estudio de la evolución ha demostrado que en la naturaleza hay siempre en activo dos mecanismos de selección natural: uno mezcla, a modo de un amplificador biológico, aumentando las posibilidades de variación del material genético o genotipo; y el otro criba, a modo de un filtro, disminuyendo las posibilidades de supervivencia de las formas morfológicas o fenotipos menos aptos.
El mecanismo de mezcla funciona de manera azarosa y actúa sobre el patrimonio genético conocido como el genotipo. Lo hace mediante una serie de combinaciones casuales de las secuencias del ADN (acido desoxirribonucleico), producidas mediante mutaciones, errores de copia, radiaciones, o incluso vía omisiones o inserciones de elementos concretos o de rasgos enteros de secuencia, entre otros. De este modo se van creando moldes de ADN siempre distintos entre si. En consecuencia también se van creando distintos tipos de proteínas. Mediante este proceso, utilizando los veinte aminoácidos existentes en la naturaleza, es posible obtener más de ciento veinte trillones de proteínas isómeras.
En cambio el mecanismo de criba funciona de manera automática y actúa sobre los individuos (el fenotipo) a modo de una criba o filtro. Funciona eliminando todo organismo que se enfrenta a una criba de supervivencia y lucha por la vida, y que no logra atravesarla. No obstante deja pasar el resto, que corresponde a los organismos más aptos. Los fenotipos que no logran pasar la criba se detienen en su evolución con sus respectivos genotipos, mientras que los fenotipos que la superan continúan hacia la siguiente generación con sus respectivos genotipos. El proceso de selección natural – o sea la criba – actúa específicamente sobre el organismo (el fenotipo) y no sobre el material genético (el genotipo) en su proceso de selección.



Lo importante de este proceso es que a través del cedazo de la criba también pasan muchas mutaciones que no son necesariamente favorables o ganadoras, sino simplemente neutras, pero que están asociadas tal vez a otro carácter favorable. Tales mutaciones son capaces de acumularse, creando en un individuo, o en un grupo, lo que conocemos como adaptaciones previas. En otras palabras, en el curso de la evolución, ciertas funciones nuevas no aparecen de buenas a primeras expontáneamente o de novo; sino que son el fruto de una transformación gradual o acumulación, que ha tenido tiempo de construirse sin un objetivo preciso, pero que en un determinado momento puede responder a una nueva necesidad de supervivencia y adaptación ambiental.
Existe también lo que el biólogo francés François Jacob definió como el bricolage de la evolución, es decir, ciertas piezas útiles para un determinado fin pueden servir a continuación para otros fines, gracias a pequeñas variaciones. La naturaleza está llena de ejemplos como este. Todo ello resulta posible por el inmenso número de variaciones que actúan en los sistemas vivos durante un dilatado espacio de tiempo de millones o miles de millones de años.
Haciendo abuso de la metáfora para explicar este hecho, ocurre un poco como con la quiniela deportiva. Las combinaciones son ilimitadas, además de la enorme masa de apostantes y de boletos que opera sobre las diferentes posibilidades y variaciones (mecanismo de mezcla); y aunque la mayor parte de los billetes no ganan, al final siempre hay unos pocos que casualmente aciertan y ganan (mecanismo de criba).

Así es como las distintas formas de vida, siguiendo un modelo semejante al anterior, evolucionaron dando origen - poco a poco, y mezclando y cribando una y otra vez - a una enorme variedad de combinaciones y recombinaciones genéticas, seleccionadas por la criba de la lucha por la supervivencia. En términos generales, y evolutivamente hablando, podemos decir que el mecanismo de mezcla propone y genera nuevas formas, mientras el mecanismo de criba dispone y las selecciona.
Mediante este proceso de selección natural, el medio ambiente acabó por ser el responsable de modelar, indirectamente, ciertas características de las formas vivas; características de vez en cuando necesarias para adaptarse a un determinado nicho, en un momento concreto, en respuesta a desafíos adaptativos de supervivencia de índole físicos, conductuales, reproductivos, alimentarios, y un largo etcétera. Finalmente, si bien podemos hablar de la idoneidad del organismo en todo este proceso relacionado con superar la criba del medio, también debemos considerar la idoneidad del medio para actuar selectivamente, y con el debido criterio, sobre el organismo.
En la actualidad sabemos que entre el ADN (genoma) y el individuo (fenotipo) existe una modulación de los genes, influida por mecanismos reguladores y por el contexto en que las células se desarrollan. En otras palabras, una mutación en el teclado del ADN no es como la sustitución de una letra en el teclado de una máquina de escribir, por lo que el texto que de él salga será distinto únicamente por lo que se refiere a la letra concreta; en realidad es más bien como la sustitución de una pieza en un juego de ajedrez. En este caso se modifican todas las relaciones e interacciones, no solo entre la pieza concreta y las demás, sino indirectamente entre todas las piezas presentes en el tablero.
Todos estos ejemplos sirven para hacer más comprensible el proceso evolutivo tal cual lo describió Charles Darwin en su texto: “El Origen de las Especies,” publicado en el año 1859. En parte porque tal texto muestra la gran flexibilidad así como la extraordinaria capacidad de modificación del contexto en el que operan los genes. Lo importante para un individuo es que el proceso de mezcla genética, es decir, el equipo de los genes, se adapte y responda bien al ambiente en el que está llamado a expresarse, creando un organismo fenotípico que funcione, se adapte, y sobreviva ante las exigencias específicas de la criba. Si logra sobrevivir, su carga genética podrá continuar en el juego del proceso evolutivo, de lo contrario se encontrará en un callejón sin salida, y ese será el fin de su trayecto.

Para ser más precisos, en la lotería de los cambios salen continuamente números equivocados o perdedores que simplemente fracasan. Se considera, por ejemplo, que en los seres humanos se produce un altísimo número de abortos espontáneos, muchos de ellos se producen incluso antes de que nos demos cuenta de la existencia del embarazo. Otros muchos individuos, además, mueren poco después del nacimiento, o en los primeros periodos de vida.
Naturalmente el juego de equipo de los genes sigue siendo determinante para toda la existencia del individuo, creando ciertas predisposiciones a diferentes tipos de enfermedades que hasta hace poco lo podían eliminar del mercado de genes antes incluso de la reproducción. Debemos recordar que en nuestro honorable y difícil pasado evolutivo como especie humana, ha existido una prolongada y poderosa selección natural que permitió la supervivencia y la reproducción únicamente de aquellos que han sido capaces de superar la prueba de una severísima criba. Es por esto que la peor perversión social corresponde a la xenofobia, y que todos nosotros, independientemente de nuestro proceder o raza, somos individuos únicos y muy especiales.
AUTOR: Guillermo A. Laich de Koller.




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