¿Sientes miedo después de haber acabado un entrenamiento exhaustivo hasta el fallo muscular? ¿Tienes rabia al acabar una clase de Pilates o de Yoga? Si todo funciona bien, la respuesta debería ser NO. Estamos hablando de emociones y de actividades físicas.
El ejercicio físico sitúa al individuo en un estado de control simpático durante el cual se secretan hormonas como la adrenalina y la nor-adrenalina. Estos neurotransmisores aceleran la frecuencia cardiaca y respiratoria, aumentan la presión arterial, aumenta el catabolismo de los glúcidos y la liberación de los ácidos grasos. Asociado al aumento de estas moléculas, el ejercicio también produce un aumento de la secreción de neuropéptidos, tales como las endorfinas, el neuropéptido Y (que está relacionado con la sensación de hambre y la obesidad) y las encefalinas, entre otros.
La activación de los neuropéptidos por la actividad física es muy bien conocida y las concentraciones de estas moléculas aumentan tanto en la sangre como en el sistema nervioso. Pongamos un ejemplo: la beta-endorfina es un poderoso analgésico-anestésico. De hecho, el estrés, la tensión que sufren las fibras musculares durante el entrenamiento, la resistencia al ácido láctico para hacer una repetición adicional, no tendrían lugar si no estuviésemos anestesiados por los opiáceos internos (endorfinas, encefalinas,…). ¿Quién no se ha dado cuenta de que se había golpeado fuertemente durante un partido hasta que no había descansado? “Cuando te enfríes, te dolerá realmente” es una afirmación ampliamente extendida.
El estrés es importante para mejorar. El síndrome general de adaptación se basa en que el organismo sea sometido a estrés y luego se recupera y “sobrecompensa” para llegar a un estado de equilibrio a un nivel superior. Este sería el estrés bueno o eu-estrés.
Mientras practicamos muchas actividades (ciclo indoor, natación, etc.) llega un cierto momento en que sentimos que podríamos estar en ese estado de forma indefinida. Es una sensación de capacidad, bienestar y euforia, llamada segundo aliento. Después de haber ejercitado la musculatura durante un cierto tiempo, los neuropéptidos aparecen y empiezan a actuar sobre el sistema de sensaciones y emociones. El segundo aliento es el producto del baño de endorfinas y encefalinas endógenas que se han segregado durante el esfuerzo previo.
Cuando el nivel de estrés sobrepasa todos estos estados de bienestar y no conduce a un estado de recuperación y sobrecompensación, estamos en un estado de “estrés” (entendido comúnmente) o “distrés”. La reacción del organismo al estímulo es autodestructiva. En esta situación, el ejercicio físico y sus efectos, tal y como los hemos descritos anteriormente, permiten convertir el estrés “malo” en eu-estrés (estrés bueno y adaptativo).
EL DOBLE SISTEMA NERVIOSO
El sistema nervioso, que siempre se ha considerado como el encéfalo y los nervios de conducción de señales eléctricas, no puede ser considerado más de una forma tan simplista. El cerebro y también los órganos periféricos como el intestino, el corazón, las células del sistema inmune y otros muchos órganos, tienen receptores opiáceos para los neuropéptidos. El sistema nervioso que todos conocemos tiene neuronas y transmite la información por medio de señales eléctricas y, en las sinapsis, por los neurotransmisores.
El segundo sistema nervioso está descentralizado en diferentes órganos y transmite la información por medio de 15-20 neuropéptidos opiáceos (polipéptido Y, GABA, beta-endofina, colecistoquinina,…). Es más antiguo, más potente, global y rápido que el sistema neurológico conocido por todos. Las emociones están especialmente controladas por este nuevo sistema nervioso opiáceo: la ansiedad (relacionada con el estrés y el apetito), el miedo (relacionado con las contracturas o las gastritis), la rabia o el estrés (asociadas a la hipertensión arterial o a la aceleración de la ventilación pulmonar).
Nunca encontraremos emociones aisladas: existe un claro circuito ansiedad-depresión o miedos que no podemos expresar huyendo y que interiorizamos activando el eje del cortisol y que nos consume por dentro (el ACTH-cortisol: un poderoso anabolizante).
La actividad física mueve muchas de las moléculas (del segundo sistema nervioso) que intervienen en las emociones, diseminándose por todo el organismo y se ha demostrado que la actividad de las endorfinas y de otros neuropéptidos son los responsables del estado de sensación de euforia (y, recordemos, del segundo aliento) que se siente después de haber realizado un ejercicio de alta intensidad.
El ejercicio físico, tanto a corto como a largo plazo está asociado a una mejora del estado afectivo particularmente en individuos con tendencia a la depresión o la ansiedad. Los incrementos de ciertos neuropéptidos debidos a la práctica deportiva provocan anestesia o mejor tolerancia al dolor, euforia post-ejercicio y modificaciones de las conductas alimentarias.
Los ejercicios de alta intensidad y/o alta duración son los que provocan mayor liberación de neuropéptidos anestésicos, euforizantes y controladores del apetito. Se ha demostrado que la mayor liberación de endorfinas se produce cuando la cantidad de lactato es mayor y por tanto se asocia a actividades anaeróbicas. El efecto anestésico y sedante de los opiáceos internos se asocia a situaciones en que la acidosis es máxima, por lo que se recomiendan actividades de intensidad muy alta, anaeróbicas y que conducen rápidamente a la fatiga. Los neuropéptidos permiten una mayor tolerancia al ácido láctico y a la fatiga.
Los efectos de actividades de intensidad inferior se pueden conseguir los mismos efectos si prolongamos la duración del entrenamiento.
En un estado ideal, la práctica del ejercicio debería reunir alguna de las siguientes situaciones: no tener temor o temor al error, no analizar los movimientos (deben estar automatizados), estar muy concentrados en la actividad o el movimiento (como promueve Pilates), la sensación de entrenar sin esfuerzo (como si fuese una experiencia involuntaria), tener la sensación de que controlamos personalmente la actividad y sentir una distorsión del paso del tiempo y del espacio (donde tenemos sensación de confort y de que el tiempo pasa sin que nos demos cuenta o que podríamos estar en ese estado indefinidamente.
La práctica de actividad física desencadena grandes cambios hormonales y nerviosos (aparte de sus efectos músculo-esqueléticos y, cardiovasculares y respiratorios). Todos estos cambios modifican el cuerpo y tienen efectos fisiológicos. Los efectos emocionales y psicológicos no se tienen tanto en cuenta pero seguramente tienen efectos más potentes y a largo plazo que los puramente físicos. No solo tienen que ver con el bienestar físico de las personas sino que intervienen en las emociones, las sensaciones y la gestión del estrés, convirtiendo el estrés malo en estrés adaptativo.
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