Una de las patologías más frecuentes en la actividad físico-deportiva, aunque no exclusiva de esta, son las lesiones de los meniscos. Estas estructuras se encuentran en algunas articulaciones. En este caso nos vamos a referir a la articulación de la rodilla, estructura en la que es muy frecuente su lesión.
La rodilla dispone de dos meniscos, uno situado en posición medial, conocido como menisco interno y otro en posición más lateral, o menisco externo. Los meniscos se interponen entre la meseta tibial y los cóndilos del fémur. Cuando se producen los movimientos en la articulación, los meniscos acompañan en ese desplazamiento a los cóndilos. De esa forma el mecanismo asegura que tanto en la flexión, extensión, rotaciones interna y externa y los deslizamientos, propios del ajuste preciso de la articulación, se mantenga la integridad de la misma.
- Mejora de la congruencia articular, de manera que asegura la estabilidad del complejo cápsulo-ligamentoso.
- Disminución de la fricción entre las superficies óseas, al igual que el cartílago articular, para prevenir el desgaste de la articulación y preservarla de la artrosis.
- Amortiguación de las cargas soportadas por la presión axial y los movimientos rotacionales en carga, así como las fuerzas de reacción del suelo, que se dirigen en trayectoria ascendente.
- Permitir una mejor distribución de los elementos nutrientes de la articulación y eliminación de los desechos.
Al tratarse de estructuras prácticamente avasculares, es imposible la reparación vía natural de las mismas, ya que al no llegarles sangre tampoco le llegan a través de ella los elementos necesarios para su remodelación. Es por esto que cuando existen lesiones meniscales más o menos importantes, se hace necesaria la reparación quirúrgica de las mismas. Sólo en determinadas roturas del menisco interno, cercanas a la zona donde penetra la pequeña irrigación que presenta, y en pacientes jóvenes, se intenta la sutura del menisco. En la mayoría de ocasiones, sin embargo, se realiza la extirpación del fragmento roto, siempre intentando preservar la mayor superficie meniscal posible, dado la importante función que tiene a nivel articular, como ya comentamos anteriormente.
En los primeros días post-cirugía, es muy recomendable comenzar con ejercicios de carga completa en piscina, así como movilizaciones articulares dentro del agua.
Durante la recuperación funcional es importante comenzar con el trabajo isométrico a nivel de cuadriceps, isquiotibiales, adductores y abductores de rodilla.
En caso de que existiera edema en la articulación, también es importante realizar maniobras de drenaje linfático manual, así como ejercicios de estimulación del retorno venoso en posición declive.
Se debe recuperar la amplitud completa de movilidad a nivel articular, si es que hay limitación de la misma, haciendo hincapié en la restitución de los movimientos de rotación automática de la rodilla que acompañan a los movimientos fisiológicos de flexo-extensión, así como los deslizamientos en varo-valgo a nivel analítico articular.
Así mismo, se deben ir trabajando de forma simultánea ejercicios propioceptivos a nivel del miembro inferior, pudiendo empezar con ejercicios en apoyo bipodal en plano estable e ir progresando y aumentando la dificultad en apoyo monopodal y superficie inestable.
Si al finalizar el programa de rehabilitación el paciente aún presentara algún dolor residual a nivel de la interlínea articular, sería conveniente revisar la posible presencia de puntos gatillo musculares a nivel de cuadriceps, adductores, etc que pudieran ser responsables de dicho dolor y cuya inactivación sería imprescindible para la completa resolución del cuadro doloroso.
AUTOR: Mª Mar García Valverde.
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