jueves, 13 de junio de 2013

¿CÓMO AFECTA LA ALTITUD AL RENDIMIENTO CARDIORRESPIRATORIO DURANTE EL EJERCICIO?

Todos sabemos que cuando se practica ejercicio en un lugar muy elevado sobre el nivel del mar disminuye el rendimiento cardiorrespiratorio del sujeto, aparece el llamado mal de altura caracterizado por la presencia de mareos, malestar y nauseas. También habrás escuchado en alguna ocasión que los deportistas de élite acuden a menudo a lugares elevados para aumentar su capacidad aeróbica o mejorar sus niveles de glóbulos rojos en la sangre, pero ¿cómo funcionan realmente los mecanismos fisiológicos desencadenantes de estas adaptaciones? En este artículo intentamos explicártelo de manera sencilla y práctica.


DIFUSIÓN DE GASES POR GRADIENTE DE PRESIÓN ALVEOLO-CAPILAR
Cuando respiramos, llenamos de aire nuestros alveolos, este aire tiene una elevada presión de oxígeno (O2) y una baja presión de dióxido de carbono (CO2). Los alveolos están rodeados por una tupida red capilar que transporta sangre desde el corazón a través de la arteria pulmonar. La sangre que llega por estos capilares hasta los alveolos contiene una baja presión de O2 y una alta presión de CO2. La diferencia de presión entre el alveolo y el capilar, unido al escaso espesor de la membrana respiratoria existente entre ambas estructuras son las causas fundamentales por las que el  O2 entra en la sangre y el CO2 va de la sangre al alveolo y de éste al exterior. Este proceso se conoce como difusión.

Tal y como podemos observar en la figura 1, a nivel del mar la presión de O2 en el alveolo es de 104 milímetros de mercurio (mmHg), mientras que en el extremo arterial del capilar es de 40 mmHg. Por su parte, la presión de CO2 en el extremo arterial del capilar es de 45 mmHg, mientras que en el alveolo es de 40 mmHg.

MODIFICACIÓN DE PRESIONES EN FUNCIÓN DE LA ALTURA
A medida que nos encontramos a mayor altitud, se observa una disminución de la presión de O2, lo cual dificulta la difusión de este gas desde el alveolo hacia la sangre a través de la membrana respiratoria. Aproximadamente se estima que a una altura de 3000 metros, la presión de O2 en el alveolo pasa a ser unos de 67 mmHg. 

A la altura del Everest; 8800 metros, solamente los sujetos más aclimatados podrían sobrevivir respirando aire, en caso de respirar oxígeno puro la situación cambia, ya que en este caso la presión de O2 alveolar se mantiene en valores elevados.  De ahí la distinción que se hace cuando un montañero escala grandes cimas con ayuda de bombonas de oxígeno o no.


EFECTOS AGUDOS DE LA HIPOXIA
En sujetos no aclimatados se pueden dar reacciones agudas ante la exposición prolongada a situaciones de hipoxia derivadas de una baja presión de O2.  Las reacciones más habituales son fatiga mental y muscular, cefalea y nauseas, estos efectos suelen ser evidentes a partir de los 4000 metros de altura, a partir de los 6000 metros pueden aparecer convulsiones, y más allá de los 7600 incluso el coma.

ACLIMATACIÓN
En sujetos que permanecen en grandes alturas durante días, semanas, meses o incluso años se observan adaptaciones fisiológicas que le ayudan a mitigar los efectos prejudiciales de la hipoxia, incluso a poder aumentar su capacidad física en esta situación o poder vivir con normalidad a mayores alturas. Las adaptaciones más importantes a las que hacemos referencia son las siguientes:

- Aumento de la ventilación pulmonar: En los primeros días de estancia en altura el sujeto puede aumentar su ventilación alveolar hasta en un 400%, gracias a este mecanismo podrá reducir la presión de CO2, y aumentar el pH de los líquidos corporales.

- Aumentos de los glóbulos rojos y de la hemoglobina: La hipoxia es el estímulo principal para el aumento del número de glóbulos rojos. Tanto los glóbulos rojos como la hemoglobina aumentan en sujetos que permanecen en altura para favorecer el transporte de oxígeno hacia los tejidos. También puede aumentar el volumen sanguino. Estas adaptaciones hematológicas empiezan a ser evidentes a partir de las dos semanas de estancia en altura y alcanzan su plenitud una vez transcurridos muchos meses.

- Aumento de la capacidad de difusión: El aumento de la capacidad del oxígeno para penetrar en los capilares, puede deberse fundamentalmente al aumento del número de capilares alveolares observado en sujetos aclimatados a la altura.

- Aumento de la capilarización periférica: Se observa en sujetos aclimatados un mayor número de capilares que transportan O2 hacia los tejidos periféricos.

- Aclimatación celular: Los sujetos aclimatados a la altura podrían ser capaces de utilizar el oxígeno más eficazmente que los sujetos que viven al nivel del mar.


APLICACIÓN AL ENTRENAMIENTO DE RESISTENCIA
Las evidencias teóricas tratadas previamente en este artículo tienen una clara aplicación práctica para la mejora del rendimiento en los deportistas de resistencia. Parece evidente que los sujetos sometidos a una estancia en altura lo suficientemente prolongada como para generar adaptaciones fisiológicas propias de la aclimatación, podrían alcanzar un mayor rendimiento cardiovascular cuando regresen al nivel del mar. No obstante, parece que no se trata de una cuestión sencilla; el tiempo de permanencia en altura, el nivel exacto de altura en el que permanecer, o el tiempo que debe trascurrir desde el regreso de la estancia en altura hasta la competición, son preguntas que aun no están resueltas con rotundidad.

Parece que lo más efectivo para aprovechar los efectos de la aclimatación a la altura y mejorar así el rendimiento del deportista es la técnica denominada “vivir arriba-entrenar abajo”. Este método tiene bastante lógica, ya que como hemos mencionado con anterioridad si el deportista permanece durante todo el tiempo en altura, probablemente se aclimatará obteniendo el beneficio de las adaptaciones citadas en los puntos anteriores, pero durante su estancia en altura tendrá grandes dificultades para entrenar a alta intensidad, lo cual tendrá una interferencia negativa sobre su programa de entrenamiento. Sin embargo, si el atleta vive en altura, pero entrena a una altura más baja, obtendrá similares adaptaciones y su programa de entrenamiento no se verá afectado negativamente por los efectos de la hipoxia.

Ya en el año 2001, Stray-Gundersen y col., demostraron que la técnica “vivir arriba-entrenar abajo” puede ser una herramienta muy efectiva para mejorar el rendimiento en atletas de élite. Para ello seleccionaron una muestra de 22 atletas, 14 hombres y 8 mujeres, que vivieron durante 27 días a una altura moderada (2500 m) mientras realizaron un entrenamiento de alta intensidad a una altura más baja (1250 m). Tras la estancia observaron mejoras en las marcas de los atletas, exactamente un tercio de los sujetos sometidos al estudio obtuvo su mejor marca personal en 3000 m tras la estancia en altura. Además se observó un aumento de la Eritropoyetina circulante en sangre, lo cual se relacionó con un aumento en el número de glóbulos rojos y en el nivel de hemoglobina.

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