jueves, 13 de junio de 2013

HACIENDO KILÓMETROS EN MARRUECOS

En esta ocasión cambiamos el formato del viaje, queríamos ir a Marruecos y visitar uno de los lugares más espectaculares del mundo, un lugar que mezcla aromas y sonidos, queríamos una visión amplia del país, era un viaje con la idea de adentrarnos más de lo habitual en la cultura de esta región. Las actividades surgirían por la oferta de cada zona que nos haría a disfrutar del viaje de manera más relajada, sin meta ni fin.

Una vez planeada la ruta y determinado los lugares, hoteles, los billetes de avión y lo más importante la buena compañía, comenzamos nuestro viaje del cual sacaríamos unos cuantos viajes monotemáticos que han quedado pendientes.
Lo que no cambia en ningún viaje es la parte del traslado al destino determinado, como teníamos poco días, el avión fue nuestro transporte elegido, que nos dejaría en el aeropuerto de Tánger, apenas sin equipaje. Un viaje sin equipo deportivo específico, teníamos la sensación de que nos habíamos dejado algo, una sensación que no nos abandonaría en todo el viaje, igual que la expresión “vaya sitio para habernos traído el material para….” 
Para trasladarnos por Marruecos y disfrutar de la ruta que habíamos planificado alquilamos en Tánger un vehículo “básico” que nos saco en más de una ocasión de alguna situación comprometida, comportándose como el mejor de los todoterrenos. 
Este súper vehículo nos llevaría por la costa hasta Rabat, de ahí al interior por una carretera que cruza el Forèt de Maamoura, un lugar con gran cantidad de alcornoques y otras especies mediterráneas, un sitio curioso que invita a excursiones, y que nos llevaría hasta Meknès, una pequeña ciudad imperial, bonita y tranquila, que nada tiene que envidiar a su vecina Fez, donde recorrimos las calles estrechas y sinuosas de su medina y fotografiamos sus suntuosos edificios. Para empaparnos bien del Marruecos puro nos alojamos esa primera noche en un Riad (una de las construcciones más típicas estructurada alrededor de un patio con jardín) donde podríamos disfrutar del primer encanto de Marruecos, su gastronomía, medina y ciudad imperial. Al día siguiente madrugamos y desayunamos en la parte alta del Riad donde disfrutamos de la bella vista que nos ofrecía esta bonita ciudad. El resto de la mañana visitamos la medina, el mercado, su plaza y sus zocos.
Al día siguiente cruzamos el Gran Atlas (lugar que necesita un viaje específico) dirección a Merzouga, donde nos alojamos en un “Casbah” o albergue llamado “Atlas du Sable” decorado al estilo bereber y con una preciosa vista panorámica de las dunas de Erg Chebbi. Allí disfrutamos de una cena de cuscus y tallín de pollo y de una demostración del folclore bereber. A la mañana siguiente tras desayunar nos dispusimos a realizar una excursión con los quads por las dunas, fue muy emocionante surcar las imponentes dunas del desierto marroquí montados en estos vehículos.
A media tarde realizamos una actividad que a priori parecía divertida y quedó demostrado que no somos hábiles jinetes ni amazonas, montados cada uno en un dromedario. Nos dirigimos a un campamento de jaimas situado entre el Oasis y la Gran Duna. De camino realizamos una parada para ver la puesta de sol que hace que la arena cambie de color, algo espectacular. En el oasis degustamos una vez más de la cocina y tradiciones bereberes y disfrutamos de una fiesta a la luz de la luna y las estrellas ambientada por el sonido de los tambores. Nos levantamos antes de que amaneciera para realizar un trekking a la duna más alta para presenciar un amanecer indescriptible en el desierto, una pena no haber podido conseguir una tabla de snow para descender esa duna. Tras esa visión volvimos a coger nuestro dromedario para volver al albergue de donde habíamos partido el día anterior.
Luego pusimos rumbo a Quarzazate, pasando por las gargantas del Todra, parada ineludible para los amantes de la escalada, un desfiladero situado cerca de la ciudad de Tinherir, donde una treintena de sectores de escalada se distribuyen a lo largo de los dos kilómetros que separan el hotel El Mansour de la Garganta Pequeña y donde se puede escalar todo el año buscando el sector más adecuado para cada estación. La calidad de esta roca, unida al exotismo del entorno, ha atraído a un creciente número de escaladores a lo largo de las tres últimas décadas, y como no podíamos resistirnos nos pusimos los pies de gato y estuvimos quitándonos el mono durante esa jornada.
En Quarzazate nos alojamos en el Oasis de Fint, Albergue La Terrase des Delices tras desayunar pronto en la terraza, contemplando sus magníficas vistas y con una agradable temperatura primaveral, realizamos un buen trekking para conocer sus alrededores. Salimos del oasis rumbo a Marrakech y cruzamos de nuevo el Atlas, siendo testigos de unas vistas sensacionales y haciendo escala en la kasbah de Ben Hadou distinguida por su encanto y belleza y donde se han rodado una gran cantidad de películas famosas como “Gladiator”. En la kasbah disfrutamos de sus tiendas.
En Marrakech, donde llegamos siendo unos expertos en la increíble técnica del regateo, visitamos los lugares más típicos de esta conocida ciudad, donde descansamos bien para afrontar la etapa del día siguiente que nos llevaría hasta Asilah siendo esta la etapa más dura del viaje por la cantidad de kilómetros, pero que mereció la pena acabar nuestro viaje en esta pequeña ciudad costera, donde nos alojamos en el hotel Riad Al Alba regentado por unos españoles, una ciudad con una medina muy interesante formada por casas blancas muy limpias que nos recuerdan a nuestros pueblos mediterráneos de diseño “neoárabe” también conocida por sus largas playas de fina arena.

AUTOR:  Daniel Solana Crespo / Nieves Romero Covelo.

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