miércoles, 14 de mayo de 2014

FITNESS Y ENTRENAMIENTO DE ALTA INTENSIDAD (1ª parte)

El concepto fitness es tan diversificado, que es difícil ubicarlo como actividad concreta sin limitar su campo conceptual. Entendemos que cualquier propuesta de ejercicio físico enfocado a mejorar el estado de forma en su más amplio sentido, queda recogida dentro de este concepto.


No es mi deseo abrir un debate sobre aspectos  semánticos en relación con una palabra que ni siquiera figura en nuestro diccionario académico, pero que todos entendemos y está implantada desde hace ya bastante tiempo. Es curioso, sin embargo, que englobadas en el fitness, convivan actividades tan dispares como la musculación y alguna danza exótica. Los inventos novedosos son constantes desde hace años, algunos de ellos sólo comprensibles desde la necesidad de relanzar continuamente la actividad comercial en los centros deportivos, iniciativas legítimas que menciono como mera descripción sin ánimo de crítica.
Como aficionado que soy a la observación del entorno, detecto que en el ámbito de los gimnasios se mantiene una constante demanda por el entrenamiento de fuerza y desarrollo muscular, para mí cualidades inseparables pese al empeño de algunos ¿expertos? en diferenciarlas, baste un somero repaso a la fisiología y también a la física para comprobarlo. Si bien esta tendencia se mantiene en los gimnasios desde hace años por sus más jóvenes frecuentadores, también es práctica creciente en personas de todas las edades, sin duda debido a sus probados beneficios y a la también creciente recomendación de profesionales de la salud. Así vemos como las salas de musculación siguen congregando a multitud de usuarios afanados en arduos entrenamientos en pro de sus objetivos.
Cuando explico a algún interesado los principios del entrenamiento de alta intensidad (único y exclusivo sistema de entrenamiento que sigo e imparto desde hace años), suelo hacerle la siguiente pregunta: ¿Estás seguro de que el precio a pagar (entiéndase esfuerzo, tiempo y dedicación) se corresponde con los resultados que has obtenido? La respuesta, casi sin excepción, es vacilante e imprecisa. Si consideramos que el entrenamiento convencional; es decir, el que se emplea generalmente en los centros de fitness, mantiene una frecuencia de 4/6 días por semana, durante hora y media a dos horas cada día en los casos más moderados, sin duda el precio es muy alto, máxime si tenemos en cuenta que los resultados que obtiene la mayoría (excepciones aparte) de sus practicantes, no suelen ir más allá de la fatiga crónica (sobreentrenamiento) tras varios meses de entrenamiento asiduo de alto volumen (elevado número de series).



El entrenamiento de alta intensidad se fundamenta en un concepto abiertamente opuesto al convencional, sirviéndose de la fisiología humana para establecer sus preceptos, por lo que ateniéndose a principios fisiológicos, propone alcanzar el máximo estímulo en el menor tiempo posible, y posteriormente proporcionar el tiempo suficiente para completar la recuperación y consiguiente sobrecompensación, o lo que es igual, propiciar el aprovechamiento de nuestros limitados recursos bioquímicos. 
La concepción del entrenamiento de alta intensidad no es nueva, pues supera de largo cuatro décadas. Su precursor fue Arthur Jones, quien sin duda hizo una gran aportación al entrenamiento de la fuerza y el desarrollo muscular, fue el inventor de las máquinas Nautilus, lo que le llevó a desarrollar un c0mplejo sistema biomecánico perfectamente adaptado a la función muscular, algo que inexplicablemente no llega a estar valorado (en muchos casos ignorado) por muchos de los profesionales del entrenamiento físico, sobre todo si consideramos que este equipamiento proporciona al músculo el estímulo necesario, si se emplea la intensidad suficiente, para activar todas las fibras musculares disponibles, algo imposible de conseguir con el equipamiento convencional, tanto si se trata de pesos libres o de aparatos que emulan la función de estos, pues aun siendo útiles y productivos, proveen resistencia efectiva muy parcialmente. Lo que consigue Arthur Jones con sus máquinas es suministrar resistencia efectiva total, es decir, en todos los puntos de recorrido, llegando así a reclutar el 100% de las fibras disponibles del músculo afectado. Para conseguirlo empleó mucho tiempo, dedicación y no pocas pruebas hasta lograr su objetivo. El resultado: una herramienta óptima para poner en práctica su teoría de entrenamiento de alta intensidad. Esta teoría se fundamenta en tres preceptos. Primero: Intenso. El entrenamiento ha de ser intenso, sólo imponiendo una demanda suficientemente intensa, capaz de obtener el máximo estímulo muscular, se consigue una respuesta adaptativa. Entiéndase que este principio es aplicable a individuos con cierto bagaje previo de entrenamiento y que estén adecuadamente acondicionados. Segundo: Breve. El volumen de trabajo será sólo el imprescindible para conseguir lo referido en el punto anterior. Tercero: Infrecuente. Una completa recuperación es imprescindible para que los procesos bioquímicos que promueven la sobrecompensación puedan completarse. 
Aunque la teoría de Arthur Jones y sus tres preceptos: Intenso, breve e infrecuente es correcta, su forma de llevarla a la práctica tiene algunas fisuras, pues propone entrenamientos de todos los grupos musculares en una misma sesión, tres veces por semana en días alternos. Aunque comparado con el entrenamiento convencional de largas sesiones diarias, el propuesto por Jones resulte breve e infrecuente, en realidad se opone a estos dos términos, ya que entrenar todo el cuerpo en una sola sesión es bastante prolongado, y 48 horas para completar la recuperación es insuficiente. Fue Mike Mentzer quien, basándose en la ciencia del ejercicio, estableció la forma adecuada de aplicar los tres principios básicos del entrenamiento de alta intensidad. De esto hablaremos en la segunda parte de este artículo.

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