jueves, 13 de junio de 2013

MONITOR DE SALA ....¿OTRO EMPLEADO MÁS ?

Generalmente el peso específico de los monitores o técnicos de Sala dentro de la organización de los Centros Deportivos es muy reducido, puesto que las tareas que desarrollan no van más allá de la mera supervisión de los usuarios y la redacción de programas de entrenamiento de forma puntual.


De esta manera, sin entrar a valorar el nivel de aptitud desempeñado en estas tareas, el técnico se limita a “llevar” la Sala con una cierta desconexión con el resto del Centro y permanece alejado completamente de los procesos de toma de decisión y de dirección del mismo.
Este hecho no solo acarrea consecuencias negativas para los propios técnicos, como por ejemplo su reducida valoración/retribución económica o su mayor dificultad de promoción dentro de la estructura del Centro, sino también para el propio Centro, puesto que ve limitado su potencial de acción y de relación con los usuarios.
Por ello resulta imprescindible instaurar en la política del Centro -tanto a nivel de los técnicos como en los responsables del mismo- el concepto de “Gestión de la Sala”.
Podemos entender este concepto de “Gestión de la Sala” desde tres ámbitos: (1) El desarrollo y puesta en práctica de elementos de control y evaluación de los procesos relacionados con los usuarios. (2) La optimización de los recursos materiales puestos a su disposición. (y 3) El planteamiento de una actitud proactiva y productiva del técnico respecto a su relación con los usuarios.

En este concepto la figura del técnico tiene que cobrar mayor protagonismo y relevancia, puesto que resulta una pieza fundamental para la propia supervivencia del Centro.
El técnico por norma general es la persona que conoce y al que conocen la mayor parte de los usuarios, y por lo tanto el que es capaz de generar sobre los usuarios un clima de confianza y complicidad en torno a él.
Así, llega a ser un punto de referencia o nexo de unión con el resto de servicios del Centro, por lo que es fácil entender que pueda llegar a convertirse en el mejor comercial del mismo, es decir, valiéndose de su legitimidad respecto a los usuarios puede recomendar unos servicios u otros y, por supuesto, promover las ventas cruzadas.”... no soy el mejor en cada parcela, pero entiendo la dinámica del Centro como un todo y sé cómo interconectar cada área o aspecto”.
Más allá de este valor comercial, se debería convertir en un magnífico filtro o medidor del estado de satisfacción de los usuarios, en una “herramienta” eficaz de comunicación con estos, y por supuesto no olvidar su participación activa en el proceso de adherencia de los usuarios, como por ejemplo como agente facilitador de las relaciones sociales entre estos.
En resumen, su visión global del Centro debe facilitar el desarrollo de estrategias de fidelización y comunicación con los usuarios, la adecuación e innovación de los servicios, y representar una fuente de información en tiempo real del estado del Centro.
Sin embargo, al reforzar la figura del técnico como referente para los usuarios, debemos tener la perspectiva de que esto se puede volver en nuestra contra desde el punto de vista de sus posibles actitudes “negativas” dentro o fuera del Centro.
La figura del técnico posee ese halo propio del docente que insta a ser un modelo a imitar, por lo que ciertos hábitos y/o actitudes personales mostradas en público y que vayan en contra de la filosofía del Centro pueden perjudicar la propia visión general del mismo.
Teniendo en cuenta todo lo anterior, ya dejamos entrever que las funciones del monitor deben ser llevadas a cabo desde un enfoque profesional con procedimientos claramente marcados y con unos estándares de calidad elevados.

Por ello resulta complicado aceptar ciertas actitudes en los Centros, que a priori pudieran parecer exageradas pero que por desgracia son muy comunes, como entrenar dentro de su jornada laboral, comer o beber en la Sala, el uso indiscriminado de móviles, lectura de revistas, atención prioritaria y/o exclusiva de aquellos usuarios atractivos, en todos los sentidos, para el monitor,…
Con estas actitudes, de forma indirecta, el técnico está levantando barreras de acceso que no permiten la interacción con los usuarios, ya que estos perciben al técnico como alguien inaccesible, es decir, piensan que el técnico está “ocupado” y no quieren molestarle.
El comportamiento hay que gestionarlo desde un enfoque en el que el funcionamiento de un Centro, como en cualquier otra entidad, conlleva la existencia de dos estructuras, la de procesos (lo que se hace) y la de las personas que llevan a cabo esos procesos.
Para establecer el vínculo entre ambas estructuras partiremos de una descripción del puesto de trabajo, que consiste en señalar las necesidades, tareas y competencia profesional exigible a cada persona responsable en el puesto en cuestión, entendiendo la competencia como la integración de conocimientos, habilidades, actitudes, compromisos, etc. que marcan las diferencias asociadas al éxito en una organización.
Es decir, el perfil del técnico se debe conformar por una parte con lo que se hace como resultado de aplicar los conocimientos propios de su formación y experiencia (aptitudes) y su saber hacer (actitudes).

AUTOR: Rafael Méndez García.

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